Noche de halloween
El otro día estaba en una fiesta de halloween, era más de medianoche cuando estaba sentado en un rincón escuchando a vampiros, fantasmas y brujas cantar en un karaoke viejas canciones con mayor o menor acierto.
La fiesta estaba muy bien. Todo decorado con calabazas y brujas. La gente bebía y se divertía cantando en el karaoke.
Yo estaba triste y deprimido… Cosas que te cuentan, que te enteras sin preguntar siquiera, viejos errores cometidos hace años pero que se te repiten como el ajo de una comida horas después.
Entonces la vi entrar, llevaba un traje negro muy elegante de época con una larga falda hasta los pies, un corpiño ajustado y una capucha que echó hacia atrás nada más cruzar la puerta. Al verme sentado en el rincón me dedicó una sonrisa y se dirigió hacia mí. Llevaba el pelo no muy largo, una melena negra azabache por encima de los hombros. En contraste, su cara era blanca como el brillo de la luna.
Yo, después de tantos años, la reconocí enseguida.
—¡Cuanto tiempo! -La saludé y le dí dos besos.
—Pues sí -Contestó ella mientras se sentaba a mi lado- ¿Qué tal la fiesta? ¿Bien?
Torcí el labio.
—Hoy no tengo el día.
Al oírme decir eso se le escapó una carcajada.
—¡Cuantas veces habré oído eso!
—¿Te puedo hacer una pregunta?
Ella me miró fijamente, como dudando.
—Vale.
—¿Por qué no me llevaste contigo aquel día?—Ella suspiró, yo insistí- Cuando mi moto se quedó sin frenos.
—Eras muy joven— Me quedé extrañado, esas cosas no suelen importarle- Como para perder la vida porque un pasador se había salido del pedal de freno.
Me quedé pensativo.
—Tiene que haber algo más.
—Está bien —Entonces sonrió— No se lo digas a nadie pero en el fondo soy una romántica incurable.
—¿Y?
—Pues—hizo una pausa como pensando cómo explicarlo— Vi que las estrellas te tenían preparada una gran historia de amor, una de esas historias que se recuerdan y se cuentan—Cogió mi cubata y le dio un trago—. No quise truncarla antes de empezar.
En ese momento, di un rápido repaso a mi vida amorosa y era más bien «normalita». Ninguna historia podía considerarse ni siquiera «especial»… excepto una, pero que no duró mucho.
—¿Qué pasó con la historia de amor?
—No siempre pasa lo que marcan los astros—Contestó mientras encogía los hombros.
Me quedé pensativo, valorando, recordando.
—¿Qué hice mal?
—No lo sé—Se encogió de hombros— Las cosas pasaron de otra manera igual que si yo te hubiera llevado conmigo esa mañana, como esa hoja que va cayendo y una ráfaga de aire la desvía a muchos metros de distancia. Al final, no llegó a pasar.
La miré a los ojos, eran negros como el cielo en la noche y vi un brillo como de una estrella. Ese brillo que tienen las mujeres en la mirada cuando se guardan la respuesta para sí «¿Por qué?» Pensé, puede que fuese información confidencial o, puede que pensase que no podría soportarlo. A fin de cuentas, nadie sabía como ella que hay noticias difíciles de encajar.
—¿Has venido a buscarme?
—No—sus ojos se desviaron un segundo a alguien que cantaba en el karaoke, apenas me di cuenta y tampoco sabía qué significaba entonces—. Pasaba por aquí y me ha hecho gracia saludarte.
—¿Tendré alguna otra historia de amor más?
—Sí.
Contestó ella pero el tono que utilizó no me gustó.
—Pero ninguna digna de ser relatada—Acabé su frase.
—Eso depende de ti —y afirmó con la cabeza mientras se levantaba para irse.
—¿Volveremos a vernos?
Contuvo una carcajada y se despidió con un…
—Cuando tú quieras.
Entonces encendieron las luces. Estaban recogiendo el karaoke y una camarera había empezado a recoger las mesas.
Meneé la cabeza hacia los lados para intentar despejar mi cabeza, me levanté y salí a la calle. El frío de la noche me acabó de despejar. Me acerqué a mi moto y mi mirada se dirigió al pedal de freno. Estaba bien, correcto, como siempre… Desde aquel día.
En mitad de camino, vi unas luces azules y me asusté. No había bebido demasiado pero suficiente como para dar positivo en un control. Pero no era un control, los mossos desviaban el trafico al otro carril por culpa de un accidente. En el carril derecho había una ambulancia parada junto a un amasijo de hierros.
Apoyando el hombro en la ambulancia había una morena preciosa que esperaba ahí a que los médicos acabaran su trabajo… Para empezar ella el suyo.