Entre el 20 y 23 de enero pasó por Cataluña la borrasca “Gloria”, un nombre muy bonito para denominar un temporal que ha arrasado toda la península con lluvias acumuladas de hasta 787 litros por metro cuadrado y capaz de borrar el delta del Ebro del mapa. Quizás hacía muchos años que no vemos una borrasca como Gloria pero quizás nos tenemos que ir acostumbrando. No hace mucho, en l’Espluga de Francolí, una riada se llevó un restaurante bastante antiguo que había a la viera del Francolí y se que, cayeron más de ciento litros por metro cuadrado en menos de una hora, cosa que tampoco habían visto nunca, «ni los más viejos del lugar”

Ya hace años que nos hemos acostumbrado a que, cada vez que hay un temporal, desaparecen las playas y gran parte del mobiliario urbano que allí ponemos pero esta vez los daños han sido brutales: En el Maresme por ejemplo el mar estuvo a punto de llevarse la vía del tren y todos hemos visto la imagen del delta. El problema se que estamos acostumbrados a ver la playa como un lugar de recreo y nunca la pensamos como un ecosistema vive donde tendrían que vivir plantas y animales. Sueño precisamente las plantas las que fijan la arena y evitan que se lo lleve el temporal.

En Bellreguard por ejemplo, un pueblo costero de Valencia, el alcalde ha dicho que no piensa reconstruir el paseo marítimo, que está harto de gastar un montón de euros al reparar el paseo cada vez que hay un temporal y que piensa devolver la playa en su estado natural. Y es que, si una cosa nos ha enseñado “Gloria” se que las playas naturales soportan mejor el embate de los temporales que las construcciones de hormigón. Solo tenemos que dar un vistazo en la playa larga de Tarragona para ver que los lugares donde la playa tiene dunas última y espacio natural, casi no desaparece la arena, en cambio, cuando las olas chocan contra un muro de hormigón… desaparece la arena y el muro.

Después del temporal hemos visto como las playas han aparecido llenas de todo aquello que nos ha vomitado el mar. Hemos visto botes de plástico de mistol con más de cuarenta años, fajos de hachís y mucha vegetación: la Cymodocea nodosa, una planta marina que el temporal ha arrastrado hasta la playa y que las entidades ecologistas han pedido que no se saque de la playa. Diferentes entidades ecologistas, llevan organizando voluntarios estos fines de semana para recogerla y reaprovecharla.

Bien, Para hablarnos de las playas hoy hemos invitado a la Marta de Greenpeace y al Victor Alvarez de Ecologistas en Acción.